La Cámara Santa

Exterior de la Cámara Santa vista desde el Cementerio de Peregrinos

El edificio que alberga la Cámara Santa es una construcción de factura prerrománica, levantada en tiempo de Alfonso II El Casto (790 – 842). Está adosado a la llamada Torre de San Miguel, con toda probabilidad, una de las dos con que contaba la residencia real. De la segunda torre, distante unos pocos metros , se conserva la cimentación, oculta ahora bajo las  dependencias de la iglesia que llegan hasta el conocido como “Huerto de Pachu”. Ambas torres se uniría por un cuerpo central, a la manera del que en las villas romanas se llamaba “domus transitoria”

El recinto de la propia Cámara Santa, se levantó, por tanto, como una construcción independiente, pero adosado a la residencia del rey. y  muy cercana a  la Basílica del Salvador, fundada por su antecesor Fruela I (757 -768) y que él mismo había rehecho y embellecido.

La edificación tiene dos plantas. En la baja se sitúa la llamada “Cripta de Santa Leocadia”, una estancia de cubierta abovedada. La superior estuvo cubierta inicialmente con tejado de madera.

El edificio fue modificado en el último tercio del siglo XII. Momento en el que  se sustituye la primitiva cubierta de madera a dos aguas, por una bóveda de cañón sustentada por tres arcos fajones que descansan sobre columnas, en cuyo fuste se labra un apostolados que constituye una obra maestra de la escultura románica.

En esta capilla, que puso bajo la advocación de San Miguel, depositó Alfonso II el Arca Santa, que según afirma la tradición, había salido de Jerusalén con su precioso contenido, para ponerla a salvo de la invasión persa y tras recorrer, en busca de lugares seguros, el norte de Africa, llegó a la Península Ibérica, recaló primero en Toledo y, tras la conquista árabe de la Península, encontró refugio en lo alto del Monsacro, monte muy cercano a Oviedo.

En el año 1075, en presencia de Alfonso VI. El arca se abrió, se comprobó su contenido y se hizo un inventario de las numerosas e importantes reliquias. Inventario que muy pronto se divulgó por toda la Cristiandad, haciendo así de la Catedral del Salvador el más importante lugar de peregrinación de España, después de Compostela.

Para mostrar su gran devoción por los objetos sagrados que contenía, el rey ordenó revestir el arca de roble con placas de plata bellamente labrada y repujada, haciendo así una pieza señera de la orfebrería europea medieval.

Entre las numerosas reliquias de la Santísima Virgen. Apóstoles y Santos, es motivo de muy especial veneración el Santo Sudario, un lienzo de 83 x 52 centímetros que cubrió el rostro de Cristo tras su muerte en la Cruz.

En el devoto santuario están igualmente depositadas otras dos preciosas piezas de orfebrería: las cruces de Los Angeles y de La Victoria.

                                                                                                                                                                     

CRUZ DE LOS  ANGELES

 

La inscripción de su reverso nos informa de que Alfonso II la donó a  El Salvador el año 808. Bastantes años más tarde, la Crónica Silense (1115) narra la hermosa leyenda, según la cual la cruz es obra milagrosa de ángeles, bajo la apariencia de orfebres, a los que el rey proporciona los materiales preciosos para su realización.

Por su configuración es una cruz griega, o de brazos iguales y patados (estrechos en el centro y más anchos  al exterior) unidos por un cuerpo circular. En cada uno de los brazos una pequeña cavidad permite la incorporación de reliquias.

Es de madera de ciprés, recubierta por láminas de oro y finísima filigrana del mismo metal.

El Anverso está adornado por 48 piedras preciosas engastadas mediante anillos de metal al modo bizantino. Cuatro entalles en los extremos de los brazos y un camafeo en el círculo central adornan el reverso, en el que se lee la inscripción, formada mediante letras de oro soldadas a la chapa inferior:

Permanezca esto grátamente acogido en honor de Dios. Alfonso humilde esclavo de Cristo, lo ofrece. Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo…»

Una reproducción casi exacta fue donada por Alfonso III a la catedral de Santiago. Es en la actualidad el emblema heráldico del Concejo de Oviedo, función que se documenta, según la Dra. María Josefa Sanz, por lo menos a partir del siglo XIII.

 

CRUZ  DE  LA  VICTORIA

 Exactamente un siglo  más tarde que la de Los Angeles, es decir, en el año de 908, el tercero de los Alfonsos y su esposa Jimena, durante el año 42 de su reinado, conceden esta obra a San Salvador de la Sede Ovetense. Así reza la inscripción de su reverso, que igualmente dice que su fabricación tuvo lugar en el castillo de Gauzón, fortaleza que todos los indicios sitúan en el peñón de Raíces, cercano a la playa de Salinas (Castrillón), cerrando y defendiendo la ría de Avilés.

 Su forma es de cruz latina. Los brazos, rematados por tres lóbulos, se unen en un medallón central, donde se sitúa la caja-relicario. Las técnicas utilizadas  en esta hermosa pieza, llevan a pensar a los investigadores que en su elaboración colaboraron orfebres franco-carolingios con los maestros locales

La preciosa envoltura de oro, enriquecido con artística filigrana, recubre una cruz de madera de roble, la misma que según la antigua tradición, enarboló Pelayo en Covadonga y su hijo Favila, de efímero reinado, había recogido en la capilla consagrada a la Santa Cruz, erigida por él, solo quince años más tarde en Cangas de Onís, primera sede de la Corte Asturiana.

Adoptada por Alfonso III como emblema de su reinado, pasó más tarde a serlo del Principado de Asturias.