El monasterio de San Pelayo

De esta forma califican las monjas benedictinas a su Monasterio de San Pelayo

El Monasterio hunde sus raíces en los siglos altomediaevales. En pleno casco urbano, en el corazón de Oviedo, junto a la catedral, es el único cenobio benedictino asturiano que se mantiene vivo prácticamente sin interrupción desde el siglo noveno hasta hoy.

Fundado según una antigua tradición por el rey Alfonso II El Casto, bajo el nombre de SAN JUAN BAUTISTA, el monasterio acoge en 994 a la reina Doña Teresa, viuda de Sancho de León, huyendo de la invasión de Almanzor. Lleva consigo los preciosos restos de Pelayo, un niño gallego martirizado en Córdoba a la edad de trece años, el 26 de junio de 925; desde entonces el monasterio cambia su advocación y pasa a llamarse de SAN PELAYO.

Después de más de mil años, las reliquias del niño mártir descansan en una urna colocada baj el altar de la iglesia.

En algunas épocas el Monasterio alcanzó un notable esplendor, como revelan los documentos del archivo, entre los que hay más de tres mil pergaminos, el más antiguo de los cuales data del siglo IX

En el siglo XVI, siguiendo las directrices de la Congregación de San Benito de Valladolid, la Comunidad logra un fuerte impulso y se convierte en un floreciente  foco de irradiación de la vida benedictina en Asturias.

La comunidad sufrió también graves dificultades en su larga historia. Así en el siglo XIX la desamortización la despsojó de todos sus bienes, exceptuando el edificio. En el siglo XX, la reevolución de 1934 y la guerra civil en 1936 trajeron consigo el incendio y destrucción del Monasterio, del que apenas se pudo salvar más que el archivo y las reliquias de San Pelayo.

Las monjas que en los últimos siglos habían acogido a varias comunidades expulsadas de sus conventos por diferentes motivos (benedictinas de Nava, Villamayor y Santa María de las Vega, clarisas y agustinas de Oviedo y bernardas de Avilés) por vez primera, en más de mil años, tuvieron que dejar su casa y acogerse a la generosa hospitalidad de la benedictinas de León.

El edificio actual se levantó entre los siglos XVI y XVIII. En el primero se fabricó la iglesia. La torre es obra del XVII y en el XVIII se completó con los claustros y la fachada de la Vicaría, aunque en el interior conserva alguna parte de su primera fábrica románica.

A su iglesia puede acudir el peregrino para participar con la comunidad en la celebración de la Eucaristía y en las oraciones de las horas canónicas.

Urna que contiene los restos de San Pelayo