Arca-Santiago

Una vez abandonada la localidad de Arca, a través del bosque, se desciende hacia San Antón. Por otro precioso bosque de castaños y después ya en campo abierto,  se alcanza Amenal y se inicia el ascenso hacia Cimadevila  y los terrenos colindantes con el aeropuerto.

 

Tras cruzar la carretera N547, el camino continúa hacia San Paio para seguir descendiendo hacia Lavacolla, la antigua Lavamentula, nombre del lugar y del río donde el Codex Calixtinus, dice que los peregrinos, próximo ya el final del viaje,”se quitaban la ropa y, por amor al Apóstol, solían lavarse no solo sus partes, sino la suciedad de todo el cuerpo”

 

            Hay que cruzar de nuevo la carretera y comenzar a subir hacia Vilamayor, pasar ante las instalaciones de la Televisión Gallega y después de TVE para llegar a San Marcos, donde en el año 1105 el obispo Gelmírez, ordenó levantar la Iglesia de la Santa Cruz del Gozo y hoy se encuentra la capilla del Evangelista y muy cerca el monumento que conmemora la visita del Papa Juan Pablo II en agosto de 1989.

Desde este alto, veían los peregrinos medievales, por primera vez, las torres de la catedral compostelana, y aquí comienza el descenso hasta la ciudad del Apóstol.

 

Por el barrio de San Lázaro, la avenida de los Concheiros y la Rúa de San Pedro llegamos a la Puerta del Camino, ya estamos muy ceca de la catedral.

 

            Para disfrutar este esperado momento dejémonos guiar por la serena y profunda emoción que  emana de las palabras de Álvaro Cunqueiro:

 

“Ya hemos llegado a Compostela, donde está la Tumba (…) Suena grave la noble Berenguela y la lluvia borra de la frente el polvo del Camino. Me acerco a uno de los veintisiete de la Puerta Santa y poso detrás de su cabeza la piedrecilla que cogí en Portomarín. Es hora de vísperas, y me gustaría que llenase la Quintana el latín litúrgico de las horas. Ha cesado de llover y anochece suavemente.   Al entrar en la catedral por la puerta de las Platerías  saludo al rey David que allí está noblemente sentado, y le pido que pase, aunque sea una sola vez, el arco por las cuerdas de la viola. Porque estoy seguro de que aquí la piedra canta.”

 

Alcancemos nosotros la Plaza de la Quintana y entremos, en esta ocasión   por la Puerta Santa, circunstancia que no podremos repetir hasta pasados once años, y a coro con el joven peregrino Cristian de Boisvert, pidamos a Santa María y a Jesús, su hijo amado, que nos den su santa gracia y que de este viaje en pago, en el cielo contemplemos a Dios y a Señor Santiago”