A partir del S.XI

Cámara Santa en la Catedral del Salvador. Oviedo

 

 

Ramón Menéndez Pidal escribe: «Primitivamente, este Camino de Santiago o Francés, pasaba por Alava y Asturias, para ir más a cubierto de las incursiones de los musulmanes… era entonces penosísimo, pues por temor a los moros iba en continuos altibajos a través de los valles de la costa de Álava y Asturias, pero a principios del siglo XI, el rey Sancho el Mayor lo mudó por Nájera a Briviesca, Amaya y Carrión, aprovechando una antigua vía romana…» A partir de éste momento, a pesar de quedar Asturias en sus distintos caminos: de la costa y del interior, apartada de la «ruta principal», siguió siendo la iglesia ovetense del Salvador, y las reliquias que en ella se veneraban, importantísimo lugar de peregrinación, bien por sí misma o como complemento de la de Santiago.

El Arca Santa, que se guardaba en la Capilla de San Miguel o Cámara Santa, había sido allí depositada por el rey Alfonso II. Según la tradición, estuvo en la corte de Toledo, después de recorrer el norte de Africa, buscando seguridad para su contenido. Allí permaneció hasta que el avance musulmán aconsejó buscar lugares más al norte, donde no peligrase su integridad. Escondida en un monte cercano a Oviedo -El Monsacro-, fue trasladada por el Rey y depositada en su basílica del Salvador, hecho que dio a la Capital su carácter de ciudad santuario y el comienzo de la atracción hacia el templo de los primeros peregrinos. El Arca se abre, después de un anterior intento, en el año 1075, en presencia del Rey Alfonso VI (1072-1119). El acta de dicha apertura, contiene un inventario de las santas reliquias y el relato de la leyenda de su traslación a Oviedo, lo que contribuye sin duda, a la rápida difusión en el orbe cristiano y al incremento de la llegada de peregrinos que acuden a venerarlas.

 

Probablemente, a partir de este momento, el culto a las reliquias ovetenses, que hasta entonces habría tenido un carácter más o menos localista, comienza a internacionalizarse, entrelazado con el de Santiago. Todo ello, a pesar de que la ciudad de Oviedo, no se menciona en absoluto en el «Liber Sancti Jacobi», redactado hacia el año 1140. Contrasta esta omisión, de principios del siglo XII, con la mención en un códice francés, redactado a finales del XI en Valenciennes, en el que figura el inventario de las reliquias contenidas en el Arca Santa, de donde se deduce la difusión que su apertura había encontrado ya en el ámbito europeo. Comienza mediado el siglo XII un período en el que la peregrinación a Oviedo, entroncada con la de Santiago, progresa y se consolida, recibiendo la visita de monarcas que acuden en viaje santo, así lo hace en el año 1158 Fernando II o Alfonso IX, ya a comienzos del siglo siguiente: en 1222.

Sobre la importancia de la peregrinación al Salvador y su relación con la Jacobea durante la decimotercera centuria, escribe Ana Belén de los Toyos en los «Cuadernos Ovetenses». «Dos elocuentes documentos del siglo XIII de procedencia diversa, nos vienen a confirmar la plena incorporación de Oviedo al grupo de las llamadas «peregrinaciones mayores» del mundo cristiano (Tierra Santa, Roma y Santiago de Compostela). Así, a comienzos del siglo, del hospital de Ambrac, en los Pirineos franceses, se nos dice que acogía «a la multitud de peregrinos que por allí pasaban para visitar las iglesias de Nuestra Señora de Rocamador, de Santiago y de San Salvador de Oviedo». En estos términos se expresan las partidas de Alfonso X El Sabio, en las que se define al peregrino comol «ome estraño que va a visitar el Sepulcro Santo de Hierusalem e los otros santos logares (..) o que andan en pelerinaje a Santiago o a Sant Salvador de Oviedo«. No hay duda, por tanto, de que el relicario ovetense se ha convertido, después de Santiago en la segunda devoción dentro del espacio peninsular»

Inventario de las reliquias contenidas en el Arca Santa