El primer camino

Está ya hoy, al margen de toda cuestión, reconocida la primogenitura asturiana en el gran acontecimiento religioso y cultural que sería el Camino a Santiago.

Hasta hace poco tiempo, en los ambientes que en los momentos actuales se preocupan por el mantenimiento, desarrollo e investigación de la Ruta Jacobea, se olvidaba que cuando el llamado «Camino Francés», en los años finales del siglo XI y comienzos del XII empieza a ser el más frecuentado y ciertamente el más duradero en el tiempo, ya hacía dos siglos que por los difíciles caminos del norte peninsular, habían comenzado a fluir hacia la tumba del apóstol los peregrinos procedentes de toda Europa. Todo había comenzado en la primera mitad del siglo IX, cuando el obispo de Iria, Teodomiro, se desplaza a la corte ovetense para comunicar a Alfonso II la gran noticia de que un eremita llamado Pelayo, había descubierto, de forma milagrosa, en las cercanías de la Iglesia de San Fiz de Solovio, un sepulcro que contenía los restos del Apóstol Santiago.

Aceptada la noticia por el monarca, asesorado por el grupo de sabios expertos en tradiciones históricas que sin duda tendría en su corte, decide peregrinar al sepulcro, posiblemente en el año 829, iniciando así el primer Camino de Santiago y dando comienzo además por su real voluntad, a una ciudad «réplica fiel y exacta de la ovetense».

 

Esta primera peregrinación, con toda probabilidad, la realiza Alfonso II, por el camino que llamamos ahora «asturiano del interior» y que perfectamente podríamos nombrar como CAMINO PRIMITIVO.

Partiendo de Oviedo, discurre por Las Regueras, Grado, Salas, subiendo los montes de La Espina entra en Tineo para seguir por Grandas a Lugo y Santiago.

 

Posteriormente, los sucesores de Alfonso El Casto, confirman y aumentan las donaciones y privilegios a la naciente ciudad de Santiago, reforzando así la fuerte vinculación de la corte ovetense con la que llegaría a ser la tercera peregrinación de la Cristiandad, después de Jerusalén y Roma.

Numerosos son los testimonios históricos y arqueológicos que avalan o prueban la afirmación de que «En Oviedo está el origen del Primer Itinerario Cultural Europeo y el modelo urbano del Santiago alto-medieval», según escribe el historiador Vicente J. González en su trabajo «Oviedo y la Ruta Jacobea». De la misma fuente, copiamos la cita de la «Historia General de España» de Mayerne Tourquet del año 1635, que se refiere al reinado de Ramiro I (842-850): «En tiempo de este rey comenzó a extenderse por todos los pueblos europeos la fama de los milagros hechos por Santiago de Compostela, de tal manera que muchos peregrinos acudieron por tierra y por mar de todos los rincones de la Cristiandad».

 

Solamente después de que todo esto ocurriera, tras el traslado de la Corte a León, en el año 910, y la posterior consolidación de las conquistas territoriales hacia el sur, que dejaban libres de los peligros que representaban los sarracenos, caminos mucho menos penosos y más fáciles de andar, el «Camino Francés» comenzó a ser tan frecuentado por los peregrinos que todos los confines de la tierra acudían a venerar al Señor Santiago, que según se relata en la «Historia Compostelana», un embajador del emir almorávide Alí ben Yusuf (1106-1142) que acudía a Galicia para entrevistarse con la reina Doña Urraca, durante el camino «vieron cuantos peregrinos cristianos iban a Compostela y volvían de allí para hacer oración y admirados preguntaron: ¿Quién es ese personaje tan grande e ilustre, para que los cristianos se dirijan a él, para hacer oración desde detrás de los Pirineos y desde más lejos? Es tan grande la multitud de los que van y vuelven, que apenas dejan libre la calzada hacia occidente. Se les contestó, sigue narrando la Historia, que era éste Santiago, apóstol de Nuestro Señor y Salvador, hermano de Juan, apóstol y evangelista, uno y otro hijos del Zebedeo, cuyo cuerpo está enterrado en los confines de Galicia y es venerado por Galia, Inglaterra, El Lacio, Alemania y por todas las provincias cristianas, sobre todo por España como patrono y protector suyo».

 

Pero concluimos que todos estos grandes acontecimientos posteriores, no podrían haber sido, si prescindimos de los antecedentes asturianos. Vicente J. González, escribe a este respecto: «¿Cómo podía existir el Camino si faltaba lo que Asturias y sus reyes habían originado: el santuario compostelano, la aceptación del sepulcro aparecido, la primera iglesia, la segunda, los monasterios, las iglesias, los reyes promotores: Alfonso, Ramiro. Ordoño? Todo sin excluir a los peregrinos armenios, griegos, italianos, ingleses, francos, frisios y dacios que peregrinaron a Santiago desde el siglo IX».